Reflexión Dominical del Padre Pistolas, Alfredo Gallegos Lara

Domingo 07 de abril de 2019

No condenar, ayudar a convertirse

Ahora se nos presenta en el Evangelio de San Juan, la ocasión de la mujer adúltera. Quiero primero hacer alguna aclaración para no confundir a una persona con otra.

María Magdalena, como dice su nombre, era de “Magdalia”; era una mujer buena, generosa, porque le regalaba ropa fina a Cristo, indudablemente que estaba enamorada de él como todas las mujeres cercanas al propio Cristo, era fiel porque fue la única que estuvo con la Virgen a los pies de la cruz. Valiente y generosa porque todavía no amanecía y fue al sepulcro para embalsamar el cuerpo de Cristo y tuvo la fortuna -después de los soldados que cuidaban el sepulcro y de la santísima virgen-, de ver y conversar con Cristo, después de la resurrección, pero nada qué ver con la adúltera, a la ley prostituta que derramó aquel frasco de perfume carísimo en la casa de Simón el fariseo.

La exprostituta que besó los pies de Jesús, no sabemos su nombre, su origen o su fin y no conviene que se sepa. De la adúltera tampoco sabemos su nombre, su origen o su fin ni nos interesa.

Simplemente era la fiesta de los tabernáculos o tiendas, unas se ponían sobre el techo de las casas y otras se colocaban afuera de la ciudad, cosa que se prestaba para esas ocasiones de pecar, además estaban contentos por la cosecha del trigo, había vino y música y los escribas, maestros de la ley y los fariseos (palabra que significa: los puros, los santos, los escogidos), eran pinches hipócritas que buscaban tenderle una trampa por parte de la justicia. Por parte de la verdad y de la bondad de Cristo no pudieron y buscaron la forma de encontrar una mujer casada en acción sexual con otro y, según la ley de Moisés, debería ser muerta a pedradas, poniendo a Cristo entre la espada y la pared; si decía que habría que darle muerte ¿en donde estaba su bondad si Cristo decía que no, entonces lo acusarían de estar contra la ley de Moisés y entonces el muerto seria Cristo, pero no contaban con su astucia y siendo todos viejos y jóvenes pecadores, llenos de vergüenza, se fueron y quedándose solos, también Cristo le perdona, pero fíjense bien; “Vete y no peques más”, le dice Cristo y nos dice lo mismo a nosotros.

Nosotros como Cristo debemos perdonar ¿Qué ganamos con condenar? Mejor hay que buscar la forma de convertir a toda clase de pecadores, así todos los líderes, políticos, religiosos o gente de la sociedad que hacen un llamado a la confrontación, son líderes chafas, mándelos a la fregada. Cristo vino a salvar a los que se habían perdido.

Padre Pistolas, decía un señor de la tercera edad, fíjese que cuando acabo de hacerle el amor a mi mujer, siento chiflidos.

Méndigo viejillo, a tu edad ¿qué querías que te aplaudieran?

 

¡Que Dios los bendiga!.

 

 

Alfredo Gallegos hace un llamado a la conversión

 El Padre Pistolas también invita al perdón