Guillermo Lerdo de Tejeda Servitje,
Diputado del Congreso de la Ciudad de México
Andrés Manuel López Obrador disfruta hablar de “austeridad”. Quizá así se imagina que pasará a la historia: el Presidente austero. Su relación con ese concepto, más que política, parece teleológica.
Sin embargo, hay confusión en la forma como el Presidente entiende la austeridad; o quizá hay un engaño en la manera como la practica. Vale la pena deshacer algunos mitos:
En primer lugar, este gobierno no está gastando menos dinero; al contrario, está gastando más. Eso puede ser bueno o malo, según cómo se usen los recursos, pero austero no es, en el sentido que le quiere dar el Presidente de “gastar menos”. Sin ir muy lejos, el Presupuesto de Egresos 2019, primer año de AMLO, fue de 5 billones 838 mil 59 millones de pesos, es decir: 558 mil millones superior al de 2018.
En segundo lugar, el Presidente quiere que confundamos “austeridad” con “reorientación del gasto”. Dicho sin tecnicismos: para pagar las cosas que a él le gustan, AMLO está recortando otras áreas, muchas de ellas vitales, que no le gustan.
Por ejemplo, para financiar los Estadios de Beisbol (mil 57 millones de pesos); el Tren Maya (que puede alcanzar hasta un billón 600 mil millones de pesos) o la refinería de Dos Bocas (entre 8 y 12 mil millones de dólares, el gobierno está quitando recursos a servicios de salud, estancias infantiles, apoyo a la ciencia y el arte. Además, han despedido a miles de personas como las encargadas de controlar incendios forestales.
Para pagar caprichos inútiles, se le ha quitado dinero a programas que sí sirven. Un ejemplo es el famoso avión presidencial, que lleva desde el año pasado en California sin usarse, pero nos cuesta unos 60 mil dólares mensuales, nada más para tenerlo guardado. En cambio, el Seguro Popular, uno de los instrumentos más ambiciosos y exitosos para combatir la pobreza, está siendo desmantelado.
En tercer lugar, el ahorro que sí ha logrado hacer el gobierno ha sido insignificante. De acuerdo con la Secretaría de Hacienda, entre enero y junio, el ahorro conseguido fue de 970 millones de pesos. ¿Esto es mucho o poco? Para ponerlo en perspectiva, tan sólo los estudios para el proyecto del Tren Maya costarán más: 972 millones. La situación es brutal: todos los recortes a hospitales, a tratamientos y medicinas, entre muchos otros sectores, así como todos los despidos, han sido inútiles. Ese ahorro, de por sí poco, se perdió y hasta quedamos debiendo.
El gobierno ha querido presumir que supuestamente ha “ahorrado” 174 mil millones adicionales, pero es otra mentira. Ese dinero ha sido subejercido, es decir, no ejercer o bien cambiar de lugar recursos ya existentes, de forma discrecional.
Hay muchos ejemplos en los que sencillamente no hay ahorro ni reorientación del gasto ni subejercicio, sino simple derroche. Apenas antier nos enteramos que la presidencia autorizó (aunque aún no lo haya gastado) 111 mil pesos para cerillos, 225 mil para grenetina o 335 mil 782 pesos por longaniza (a más de 16 mil pesos el kilo).
En resumen, el Presidente no está siendo austero, está siendo discrecional: hay dinero para lo que le apetece (como el Beisbol), pero no para lo que el país requiere (como tratamientos para el cáncer). La austeridad puede ser inteligente: gastar menos y concentrarse en lo prioritario. O puede ser torpe: gastar más y derrochar en lo intrascendente. La nuestra es torpe y además cruel.