Leo Zuckermann,
Colaborador del Diario “Excélsior”
El debate sobre la situación actual de la economía mexicana se ha empantanado en una nimiedad: si estamos o no en una recesión. Se trata de un distractor para entender lo que sí está pasando: que la economía lleva meses desacelerándose, al punto de un estancamiento.
Raúl Feliz la define como una atonía, término que tomaron prestados los economistas de la biología. “Cuando un cuerpo viviente se encuentra en perfecto estado de salud, su metabolismo está en equilibrio, hay un estado de isotonía. Cuando, por alguna razón, está débil por un periodo prolongado, está en un estado de atonía”. La economía mexicana carece de fuerza y, por tanto, no crece. De seguir así, el crecimiento nulo pasará a ser negativo y, ahí sí, estaríamos en una recesión.
Por eso, es urgente atender la atonía. Hay que inyectarle energía a nuestro cuerpo económico, lo cual se resuelve con una medicina llamada “inversión”. Se requieren fuertes dosis de dinero público y privado para proyectos rentables y generadores de empleos. El problema es que este gobierno no ha resultado ser bueno ni para lo uno ni para lo otro.
En materia de inversión pública, canceló un proyecto muy rentable como era el nuevo aeropuerto en Texcoco, para sustituirlo por obras de muy dudosa viabilidad económica: la refinería en Dos Bocas, el Tren Maya y el aeropuerto en Santa Lucía. Peor aún, dichas obras siguen siendo una entelequia. Sólo existen en la mente del Presidente. No hay ni proyectos ejecutivos, ni los permisos necesarios. La obra es inexistente, es decir, no se están gastando los recursos para dichas inversiones.
Lo más importante, sin embargo, es la inyección de inversiones privadas. Este gobierno, sin embargo, no genera la confianza para que los capitalistas arriesguen su dinero en México. Muchos van a Palacio, se sacan fotos con el Presidente, le prometen el oro y el moro, pero no invierten su dinero en proyectos productivos. Los datos publicados por el INEGI dan cuenta de ello. Son de terror: “La Inversión Fija Bruta, que representa los gastos realizados en maquinaria y equipo de origen nacional e importado, así como los de construcción, registró una disminución, en términos reales, de menos 2.7% durante mayo de este año, frente al mes inmediato anterior. En su comparación anual, cayó menos 6.9% en términos reales”. Es el peor número desde 2009, cuando ocurrió la gran recesión mundial que impactó a la economía mexicana.
¿Por qué los empresarios nacionales y extranjeros no están invirtiendo en México?. Por la falta de una narrativa que sea atractiva para ellos. Les gusta la situación privilegiada que tiene México como vecino y socio comercial de Estados Unidos, la economía más grande del mundo. Les gusta la ortodoxia del Presidente en materia de finanzas públicas y su compromiso de respetar la autonomía del Banco de México. Pero estas condiciones ya existían antes de que AMLO tomara posesión. De hecho, vienen del periodo neoliberal. Nada nuevo hay en ellas. ¿Qué es, entonces, lo nuevo que ofrece el proyecto lopezobradorista?.
En diversas ocasiones, el Presidente ha dicho que la erradicación de la corrupción es un factor para atraer nuevas inversiones. Por supuesto que hay que aplaudir cualquier esfuerzo por erradicar este flagelo que tanto daño le ha hecho al país, pero a la vez de erradicar la corrupción, hay que eliminar decenas de regulaciones y trabas burocráticas que desincentivan la inversión privada.
Tomemos el caso de la construcción, que es uno de los sectores que más ha sufrido durante este sexenio. Muchas de las obras se encuentran paradas porque los gobiernos (federal y locales) decidieron revisar los permisos. Hacen bien porque, en el pasado, muchos empresarios daban mordidas para saltarse todo tipo de regulaciones. Supongamos que ahora ya no habrá sobornos. Perfecto. Eso significará, empero, largos retrasos hasta que se arreglen los diversos permisos, algunos de los cuales son absurdos, reglamentados con toda la intención de sobornar a los empresarios. Ésos tendrían que desaparecer para hacerle la vida más fácil a los inversionistas. Los gobiernos del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), sin embargo, no lo han hecho. La consecuencia es que la construcción privada está parada.
Andrés Manuel López Obrador es un genio para inventar grandes épicas. Bueno, pues tiene que inventar una gran historia de por qué conviene invertir en México. Hoy, esa narrativa no existe. México no emociona a nadie en materia económica. Al contrario, genera dudas. Dudas que explican su atonía.
AMLO debe generar confianza para lograr más inversiones
Que la economía está en un franco proceso de desaceleración