Pbro. Rigoberto Beltrán Vargas,
Colaborador del Periódico Digital “El Ciudadano”
Al menos 37 persona fueron asesinadas entre el domingo 21 de mayo y la madrugada del lunes en presuntos atentados de la delincuencia organizada en 6 entidades del país: Coahuila, Oaxaca, Tamaulipas. Guerrero, Quintana Roo y Guanajuato.
Quintana Roo atraviesa por una crisis de inseguridad y violencia; este año suman ya 288 ejecuciones y el Estado de Guanajuato con 290 homicidios, se ha convertido en la entidad más violenta. Los municipios más frecuentados por la violencia están siendo Salamanca, Irapuato, Apaseo el Alto y Acámbaro donde han sido asesinados en lo que va del año más de 60 personas, y solamente del 1° al 20 de mayo se cuentan 15, la mayoría en la colonia San isidro Labrador, según datos de medios de comunicación locales y para el colmo, el 23 de mayo fue retirado por el Ejército un artefacto explosivo que se encontró en un contenedor en la central camionera de Acámbaro.
En el primer cuatrimestre del 2018, que fue el año más violento en dos décadas, según las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de la Seguridad Pública, hubo 10 mil 512 y en el mismo periodo de enero-abril de este año hubo 11 mil 221 víctimas, lo cual nos indica que aumentaron 709 homicidios.
Esta ola de violencia exige una reflexión. Hoy la hacemos desde la Biblia y el Magisterio Social de la Iglesia.
El tema es complejo. La realidad de la violencia está íntimamente relacionada con la paz. En el Antiguo Testamento para referirse a la paz, se utiliza la palabra Shalom que significa bienestar total de la comunidad. La paz brota de una correcta relación con Dios y con los demás, es mucho más que tranquilidad, la paz es abundancia material, seguridad, salud, armonía con la creación y vida.
Una afirmación clave en la Biblia es que la paz está unida a la justicia. Solamente cuando hay justicia podemos hablar de verdadera paz.
Jesús es presentado como aquel que viene a “guiar nuestros pasos por el camino de la paz”; en las bienaventuranzas, Jesús bendice a los que tienen “hambre y sed de justicia y a los que trabajan por la paz”. Para Jesús también la paz y la justicia van de la mano. La mejor manera de luchar por la paz es luchar por la justicia.
“Para edificar la paz se requiere ante todo que se desarraiguen las causas de discordia entre los hombres… Entre estas causas deben desaparecer principalmente la injusticia. No pocas de estas provienen de las excesivas desigualdades económicas…”, dirá el Concilio Vaticano Segundo.
Martín Luther King, Gandhi y Monseñor Oscar Arnulfo Romero son testimonio de personas que han trabajado por la justicia y los derechos de los más pobres mediante la no violencia. La última homilía de Monseñor Romero fue precisamente para exigir el cese a la opresión. Monseñor Romero ofreció su propia vida por defender la vida de su pueblo.
La acción no violenta nace de dos fuerzas poderosísimas: el rechazo absoluto de la injusticia contra el hombre y el amor que mueve a la construcción de una nueva sociedad. Transforma el odio en energía constructiva. Son los opresores los que necesitan ser liberados de su opresión activa.
La sociedad requiere de paz urgentemente
La familia es la más afectada por la ola de violencia