Domingo 03 de abril de 2022.
En el evangelio de San Juan aparece como cada año, este escenario de la mujer encontrada en adulterio y que querían apedrear y, más bien, querían ponerle una trampa a Cristo para acusarlo ante los sumos sacerdotes y matarlo. Si decía que la apedrearan, en donde estaba la misericordia que tanto predicaba; y si decía que le perdonaba, se ponía en contra de la ley y entonces el apedreado era Cristo.
La ocasión fue en la fiesta de las tabernáculos, a la que la gente acostumbraba ir ese día, dormir en casas de campaña en las afueras de Jerusalén o en las azoteas, para recordar los 40 años que vivieron en el desierto en la conquista de tierra santa, por lo tanto, se prestaba para cometer adulterio. Es de notarse el machismo de la cultura judía, heredado al cristianismo. Si el adulterio era cometido por una pareja, ¿en dónde estaba el varón que también deberían de castigar? ¿Por qué no castigar también al varón?
Siempre hay una fuerte discusión sobre dos extremos: o se perdonaba fácilmente los pecados con una simple confesión y muchos dicen voy a darle vuelo a la hilacha con las mujeres, a emborracharme y robar, que al cabo con que me confiese al morir con el padre Pistolas y asunto arreglado; y por otra, no confesarse nunca o no creer en el perdón de los pecados y estarlos confesando cada rato y vivir siempre con cargos de conciencia.
Dice Cristo: tus pecados son rojos como la púrpura, pero si te arrepientes quedará tu alma blanca como la nieve. Si te confiesas pero no devuelves lo robado o algo que valga lo mismo, Cristo no perdona, como también te confiesas pero no te arrepientes ni te enmiendas, sigues igual, olvídate, no te perdona Dios.
La esperanza nunca se debe de olvidar, con esa esperanza debemos confiar en que sí habrá conversión tarde o temprano, porque si se pierde la esperanza se acaba todo como si alguien no tiene fe en curar sus enfermedades, nunca te vas a aliviar. Cristo no solo se escapa de esa trampa, si no que hace lucir su misericordia porque debemos reconocer que todos somos pecadores y no tenemos derecho de condenar a nadie, recuerden la parábola de la paja en el ojo ajeno… Debemos tener esperanza de que se acabe la violencia en nuestro país y la guerra también, recordando que debemos amar a nuestros enemigos, socorrerlos, cosa que se nos olvida, pero ahí está la solución.
Creo que entre más pecadores, más debemos de recibir a los asesinos, prostitutas, ladrones, locos, borrachos, etc., aunque nos cueste más trabajo que a los bondadosos, generosos, ordenados y religiosos. Los enfermos son los que necesitan el médico que los sanos, recuerden la parábola de la oveja perdida. Esto no quiere decir que el adulterio no sea un pecado grabe porque dice Cristo tajante; “Vete y no peques más”. ¿No se condena más bien así mismo, quien en otro reprueba lo que él mismo comete?.
Comentario de buen humor:
Se casaron dos hermanas al mismo tiempo y el padre de ellas levanta la copa, y dice: ofrezco un millón de pesos a la pareja que me presente primero un nieto. Al bajar la copa, ya no estaban las parejas…, salieron corriendo.
¡Que Dios los bendiga!.
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