Domingo 07 junio de 2020…
Celebramos este domingo a la Santísima Trinidad, según el Evangelio de San Juan. Es tanto el individualismo de nuestros días, que nos olvidamos que somos seres sociales, nacemos de otras personas, mi madre y mi padre, crecemos, asistidos y protegidos por ellos así como maestros, sacerdotes y amigos. Es tanto que como consecuencia nos divorciamos, pensamos solo en nosotros como individuos, peleamos herencias, tratamos de enriquecernos sin donar nada a los demás, no rezamos ni para beneficio nuestro cuanto menos por los demás. No pensamos en la lluvia, en cuidar nuestro entorno natural, nos negamos a dictar nuestro testamento y la muerte nos sorprende de repente como si no supiéramos que somos mortales.
Dios es trino, tres en uno y nuestra vida no tiene sentido si no pensamos en la familia y en la sociedad. Dios resulta que no es uno si no tres y el que más nos une es el espíritu santo, en este sentido Cristo dijo; “El que busque la vida la perderá y el que la entregue por mí, la alcanzará.
El egoísmo entre individuos, en familia y entre naciones es el que más nos ha hecho daño. Dios se nos revela en el “Éxodo” como un Dios compasivo, clemente, paciente, misericordioso y fiel y aunque prevalece la misericordia sobre el castigo a nuestros pecados, no olvidemos que esa misericordia no está exenta, no está separada de la justicia divina, por lo tanto debemos temer al castigo de Dios; esas personas que roban, que secuestran y cortan cabezas no van a poder quedar sin castigo, aunque Dios es amor, también nos dice como el profeta Habacuc: “El justo vivirá por su fe, pero el malvado pronto morirá” y efectivamente, los sicarios pierden la vida a poco tiempo de que delinquen, ninguno pasa de los 25 años y muchas veces mueren a manos de sus propios compañeros para quitarles el dinero, o los carros o a las amantes.
Los cristianos empezamos las oraciones al día, al empezar a manejar o sembrar nuestros campos con la señal de la cruz, lástima que la hagamos a la carrera, de mal modo porque no sabemos hacerla y no la enseñamos a los niños. La frase más hermosa de toda la biblia es esta: “Tanto amó Dios al mundo, que le envió a su hijo para que lo sacrificaran y nos salvara del pecado”. No vino a condenar al mundo, sino para que nos liberara del pecado y por lo tanto de la muerte.
No tememos a la muerte, es más, para mí no existe porque pasamos de vida temporal y material a la vida espiritual y eterna. Cristo duró dos días bajo tierra y nosotros lo haremos mil años o más, pero al final vamos a recobrar la vida, en la resurrección. Dice San Agustín: “Dios ama a cada uno de nosotros como si no hubiera a ningún otro a quién amar”
No debemos confiarnos porque también dice Cristo: “con la misma medida que midas, serás medido”. Cristo no amó igual a Caín que Abel, a Judas Iscariote que a San Juan; a María que a la mujer de Herodes. Cristo quiere que nadie se pierda.
Comentario de buen humor.
Perdón, ¿hablo a la casa del adivino?
Si, perdón ¿con quién hablo?
Para que preguntas: ¿no que eres adivino?
¿Sabes qué? Vales madre.
¡Que Dios los bendiga!
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