Domingo 14 de noviembre de 2021
Los dos últimos domingos del tiempo ordinario, se nos habla de la segunda venida de Cristo, que no debemos temer si estamos bien con Dios y con nuestros prójimos; pero si vivimos mal, sin fe, sin méritos, sin obras buenas, debemos estar preocupados porque su justicia será implacable.
En la primera lectura aparece en el libro del profeta Daniel la primera vez que se anuncia la resurrección, diciendo que se levantarán del polvo los que están “dormidos” unos para la vida eterna y otros para el eterno castigo.
Ya había sucedido la destrucción del templo de Jerusalén y aparece en el evangelio de San Marcos con un género apocalíptico que a mí nunca me ha gustado por confuso, si no me ha gustado la contundente, que no deja lugar a dudas, el fin del mundo. Queda claro entonces, que:
1º. Nadie sabe la hora y el día que sucederá y qué bueno.
2º. Habrá fe, no menos con el cielo, como cuando a la llegada de los españoles hubo un cometa y espantaron con eso a los aztecas, con armas de fuego, armaduras y caballos y sobre todo los mataron con la enfermedad de la viruela, la sífilis y la rabia.
3º. Los protestantes interpretan a su modo el apocalipsis espantando a los fieles, la misión o que los maestros (brujos) de la televisión que estás brujeado y te quitan la brujería con cientos de miles de pesos y no faltan pendejos que se creen.
4º. Lo importante es que si es cierto que un día se va acabar la humanidad, como se extinguieron los dinosaurios, aunque algunos pesaban 30 toneladas y a pesar de haber desaparecido hace más de 5 millones de años, en Hollywood hacen un montón de películas que según conviven con humanos y se la cree un montón de pendejos, por eso mejor cambien de canal.
Los grandes predicadores impresionan a sus oyentes recordándoles lo efímero y pasajero que es la vida y la posesión de casas, terrenos, dinero y demás bienes mundanos y le salva la vida misma y, por lo tanto, debemos aprovechar la vida para hacer buenas obras y tener un tesoro en el cielo y no cuando sea demasiado tarde y trabajar con alegría con la promesa de Cristo de que al final nos espera una mejor vida y una recompensa grande en el otro mundo.
No debemos tener miedo, no debemos ser flojos, ni conformarnos con lo que tenemos y estar vigilantes para llegada la hora. Es un mensaje esperanzador “cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”, dice Cristo. En Jerusalén pedían en una alcancía para comprar corderos y matar uno a las 9 de la mañana y otro a las 3 de la tarde para el perdón de los pecadores, pero eran inútiles: no quitaban los pecados.
Comentario de buen humor:
Presumían unos niños del origen de sus papás.
Un niño les dijo: “mi mamá es mitad mexicana y mitad cubana y mitad española”
¿Tres mitades?, contesta otro.
Sí, es que mi mamá es muy gorda.
¡Que Dios los bendiga!.
Alfredo Gallegos recordó a la feligresía que “la fe, mueve montañas”
Nadie sabe el día ni la hora del fin del mundo, pero hay que portarse bien con los demás, dijo el Padre Pistolas