Domingo 17 de mayo de 2020
En el evangelio de San Juan, que es el más profundo, aparece la promesa del espíritu santo. Cristo vino a este mundo sometido a todas las leyes humanas desde nacer hasta morir, pero también tenía que regresar al padre celestial, al cielo de donde venía, y lo prometió y luego cumplió con darnos al “Espíritu Santo” que vive y está entre nosotros. También transformar a los apóstoles de mensos a comprender perfectamente el evangelio, de cobardes en valientes al grado de decir primero: tenemos que obedecer a Dios que a los hombres de unos inútiles, egoístas, ambiciosos, etcétera, en milagrosos. Bastaba que les diera la sombra de San Pedro a los enfermos para sanar, a comprender y predicar el evangelio, al grado que los entendían todos los hombres de todas las culturas e idiomas.
Convirtió a los apóstoles en gente constante y que por ningún motivo se desanimaban con una fe inquebrantable, a prueba de cualquier dificultad, en gente que vivían pobres, pero que no les faltaba nada, porque todos cooperaban y vendían sus casas y sus tierras para repartir en dinero entre los más necesitados, pero sobre todo en apóstoles muy amorosos hacia el padre celestial, hacia Cristo y sobre todo hacia el prójimo porque veían a Dios en cada uno de los humanos.
Hasta entonces, los dioses de todas las religiones, incluyendo la judía, eran inhumanos, déspotas, castigadores, implacables del mal terrible, injustos, prepotentes y sobre todo muy alejados del pueblo. Todo eso cambio porque el Espíritu Santo está dentro de nosotros, es llamado el “paráclito”, palabra griega que significa: abogado defensor, consolador en el sufrimiento pero sobre todo, que animaba en tiempos de guerra a los soldados a seguir luchando hasta la victoria en caso de que se desanimaran en la batalla.
Felipe bajó a la ciudad de Samaria, eternos rivales de los judíos y los convierte al cristianismo, y más tarde mandan a San Pedro y San Juan a confirmarlos y a darles al espíritu santo, siempre con el testimonio de curar a los enfermos, una tarea que han perdido los obispos y sacerdotes, por lo cual es inútil la predicación porque les falta el testimonio, tanto por falta de un dispensario bien surtido de medicinas, como buenos médicos y sobre todo que lo hagan gratis, no haciendo negocio, a veces ni si quiera curamos a los sacerdotes que viven más pobres, se mueren por falta de atención.
Nos falla mucho la humildad, al respeto a las personas y sobre todo sin tener tranquila nuestra conciencia. Seguir a Cristo es seguir el camino de la cruz y del sufrimiento dice San Pedro; todos sufrimos pero es mejor sufrir haciendo el bien que haciendo el mal”. Debemos estar conscientes que vamos a ofrecer nuestra vida, siendo martirizados o agotando nuestra vida con el servicio o diario, pero vamos a resucitar para siempre. Para mí no existe la muerte porque voy a pasar de la vida natural mundana a la vida eterna
Comentario de buen humor:
Compadre: ¡cómo hay de prostitutas!
Usted se dejaría por $1,000.00
¡No compadre como cree!
Y por $5,000.00
¡No compadre!
Y por $10,000.00
“Bueno, eso ya está de pensarse”
Ya ve compadre, ¡hay un chingo!
Lo que falta es dinero.
¡Que Dios los bendiga!.
El Padre Pistolas invita a la feligresía a leer el evangelio
Alfredo Gallegos insiste en ser humildes en la vida diaria