Domingo 27 de marzo de 2022.
Esta parábola del hijo pródigo o más bien del padre misericordioso o padre amoroso, ya que es el verdadero protagonista de la propia parábola, está dirigida a los recaudadores de impuestos o publicanos y pecadores, ya que criticaban a Cristo y decían que éste recibe a los pecadores y come con ellos.
Somos hijos de Dios, él es nuestro padre y no nuestro patrón que nos va a pedir cuentas al final de la jornada. Dios nos ama, nos busca las mejores oportunidades y situaciones de nuestra vida y siempre está dispuesto a perdonarlos y a restablecernos en el reino de Dios, como verdadero padre; de otro modo, si fuera nuestro patrón nos exigiría peso tras peso y paso tras paso. Y nosotros, lejos de recibir castigos por nuestro mal uso de nuestra libertad y pecar, está dispuesto a perdonar y olvidarse de nuestros errores, pero mucho ojo, siempre que nos convirtamos, Cristo convivía con pecadores y prostitutas arrepentidas y no con las que siguen en el pecado.
Somos llamados a colaborar en el reino de Dios y no a discutir con Dios los servicios laborales como si fuera nuestro patrón. Hay que hacer fiesta porque este hermano estaba muerto y ha resucitado. El hermano mayor que se creía perfecto y merecedor a toda la herencia, quedó en ridículo, insensible a la conversión de su hermano y resultó ser peor que el pecador convertido.
Este hijo, fíjense bien, dado a la desgracia que así conviene dejar a los hijos borrachos, drogadictos y celosos para que bajen a lo más bajo, se sientan solos, hambrientos y odiados para que se convierta y vea el error que cometió y pague las consecuencias de la regada que dio y algún día se convierta, de hecho, lo que realmente hace posible la conversión es el amor infinito de Dios y debemos de exaltar y hacer notar la alegría que da el ser perdonado por Dios.
Por un lado, esta parábola nos enseña que debemos de ser pacientes con los errores de los demás y por otra parte, a que siempre terminemos en el optimismo y en la alegría que encontramos al prójimo que estaba perdido. Cristo como el padre del hijo de la parábola, dejó siempre en libertad a su hijo que hizo siempre lo que le dio la gana y aun así, el padre siempre creyó en la conversión de su hijo.
El joven derrochó su herencia, pues como dice el dicho: lo regalado nunca ha dado resultado, se cuida lo adquirido con trabajo.
Comentario de buen humor:
Mi novio me invito a su casa a comer y me dijo que habría de comer patitas y mole y efectivamente, me agarró las patitas y ¡mole…!.
¡Que Dios los bendiga!
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