Alfredo Gallegos Lara
Domingo 14 de abril de 2019
Violencia, engendra violencia
En este “Domingo de Ramos” aparecen dos lecturas de San Lucas, una narrándonos la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén, donde es recibido por un millón de gentes, mil borregos se sacrificaban (uno por cada 10 habitantes) llegados de muchas partes: en un burrito, nada de caballos briosos como militares o en carruajes caros como los ricos, sino humilde y como el Mesías, no como cualquier Profeta, con mantos a su paso y palmas en la mano, gritando: “hosanna, hosanna el hijo de David”. La otra lectura de San Lucas es la lectura de la pasión y muerte de Cristo en la Cruz.
Cristo no fue crucificado en contra de su voluntad, él así lo quiso. Le dijo a Pedro; “guarda tu espada”, y nunca llamó a las dos legiones de ángeles y lo hizo con plena libertad y con plena voluntad.
Aparecieron sus dos naturalezas, la humana con su angustia que sudó sangre en el getsemaní y su naturaleza divina, con su serenidad en la cruz y diciéndole a su padre celestial: “en tus manos encomiendo mi espíritu”.
En ningún momento renegó de la traición y abandonó de sus Apóstoles, ni siquiera incitó a la violencia contra los enemigos que lo ejecutaban a pesar de saber de su inocencia, como Pilatos, Herodes y el mismo Centurión romano. Al último, los escribas y fariseos cuando se fueron del calvario y, vieron el oscurecimiento, el temblor y la salida de los muertos del sepulcro, los conmocionó y los convenció de que Cristo sí era el verdadero Mesías.
Le pedían sus enemigos que bajara de la cruz y al no bajarse precisamente fue lo que convencía al mundo y más con la resurrección, porque al tratar de evitar su resurrección con los guardias romanos le dieron más publicidad y convicción a propios y extraños.
En América, en nuestros seglares, obispos y sacerdotes sigue viva la presencia de Cristo con testimonios de los 60 sacerdotes mexicanos mártires de la Guerra Cristera, el Cardenal Juan Jesús Posadas en Guadalajara, Monseñor Arnulfo Romero en El Salvador y muchos o más bien pocos sacerdotes que dan su testimonio fiel y matrimonios fieles y generosos que llevan una vida ejemplar.
Cristo se preocupó más de los otros que de sí mismo, anuncia la salvación del ladrón arrepentido y con su sufrimiento, nos dio ejemplo de cómo llevar nuestros sufrimientos, nuestra resurrección, después de la muerte.
En las peticiones que me hacen para rezar por los cancerosos, también me dicen que ruegue por su mamá que tiene 90 años y les contesto, que si la curo de una enfermedad le quedan otras 9 enfermedades; no vayas a querer que la haga bailar como quinceañera, mejor que se prepare a bien morir, no hay que ser tan ambiciosos.
En un velorio, el Padre Pistolas se encuentra a un señor que nunca va a misa y le pregunta ¿por qué?.
Padre, es que usted dice puras mensadas.
Hijo, las digo nada más cuando tú vas, me digo a mi mismo: “para que éste me entienda”.
¡Que Dios los bendiga!.
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