Pbro. Rigoberto Beltrán Vargas,
Colaborador del Periódico “El Ciudadano”
“… Y en relación a la construcción de la paz, me parece que también haría falta tener más claridad en qué implica, cuáles los caminos concretos, cómo puedo yo ser generador de paz, constructor de paz…” (Entrevista a Mons. Juan Espinoza, Obispo Auxiliar de Morelia”. Comunidad Cristiana”, 16 de junio 2019.
Estamos de acuerdo con el señor Obispo Juan Espinoza. Todos los esfuerzos que se sumen al proyecto de “Construcción Comunitaria de Paz con Enfoque de Transformación Social” serán alentadores. Esta claridad, pienso, que puede ser en 3 vertientes: claridad de la mente, de las manos y del corazón. Las 3 son importantes y necesarias.
Los Obispos de México iniciaron en 2009 un proceso de reflexión, discernimiento y análisis que dio origen a la publicación de la Exhortación Pastoral “Que en Cristo Nuestra Paz, México tenga Vida Digna” en 2010 y en 2018, el Episcopado Mexicano, como respuesta al Papa Francisco en su visita a México en 2016 -donde pidió “un Sólido Cualificado Proyecto de Pastoral que respondiera con valor profético a circunstancias que vive nuestro pueblo“-, elaboró el Proyecto Global Pastoral 2031-2033. Este proyecto, dicen los Obispos, “quiere presentar a Jesucristo vivo y resucitado, cercano, compañero de camino, que amplía horizontes y nos da confianza ante las realidades tan complejas que vivimos”.
Hablar de construcción de paz es hablar también de trasformación social desde un contexto de violencia y de mucho sufrimiento, pero también de una esperanza transformadora capaz de cambiar personas, tejidos sociales y la sociedad misma. Es también hablar de dolor por la sangre redamada inútilmente, sin sentido. Este dolor daña profundamente a las familias y a la misma comunidad, las paraliza, las llena de miedo, de tal manera que produce un cambio negativo que trasforma sus vidas para siempre. Si hablamos de esperanza es porque ésta va entretejiendo una solidaridad cada día más amplia entre las familias hasta poder convertirse en constructoras de paz ellas mismas.
Cuando se refiere aquí en este proyecto de atención a personas que han sufrido violencia, se piensa en la violencia dentro de las familias, ya que esta victimación es caldo de cultivo de nuevos victimarios y perpetúa la tendencia de normalizar la violencia; además, a las que han sido víctimas de la delincuencia organizada por secuestros, desapariciones forzadas, extorciones, asesinatos, exposición a balaceras y fuegos cruzados o al encuentro de cuerpos con señas de tortura o brutal violencia; también personas obligadas a trabajar como informantes…
Para esto se van preparando en las Parroquias por medio de talleres pequeños, los grupos llamados “equipos levadura”, los cuales son base para el tratamiento especializado en los Centros de Escucha o por otras metodologías.
La violencia pues que se vive reclama nuestra participación en la restauración de la dignidad de la persona humana. Esto se va logrando en la medida que se construyen condiciones para una profunda trasformación social con verdad y justicia desde el Evangelio y en colaboración con la sociedad en provocación de dignidad.
Los “grupos levadura” ayudan a la Iglesia en los Centros de Escucha
Es necesario formar una nueva generación como constructores de paz