Pbro. Rigoberto Beltrán Vargas,
Colaborador del periódico digital “El Ciudadano”.
El viernes 19 de junio se cumplieron cuatro años de la masacre donde murieron en Asunción Nochixtlán, un total de ocho personas y más de cien resultaron heridas de bala con diversa gravedad.
El domingo 19 de junio de 2016 varias corporaciones policiales municipales, estatales y federales organizaron una vergonzosa ofensiva contra esa población civil de la mixteca oaxaqueña. En esta ofensiva, se violaron todos los protocolos que tenía que guardar la policía: día de mercado, disparar sin la advertencia necesaria, lo hicieron contra personas desarmadas, impidieron la atención médica de los heridos; dos meses después del hecho, ningún funcionario se había presentado a realizar las diligencias correspondientes, pero si tenían ya integrados expedientes con datos intrascendentes y tendenciosos.
Este hecho de violencia, juntamente con otros como la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, sigue esperando justicia que debe manifestarse en una respuesta integral para las víctimas y sobrevivientes de violaciones a los derechos humanos en todo el país.
Entre la población indígena mexicana, el Covid-19 ha tenido una letalidad mayor que en el resto de la población.
Según un reporte, publicado en el Boletín sobre Covid-19. Salud Pública y Epidemiología de la Facultad de Medicina (UNAM), se dijo que de las personas contagiadas han fallecido 18.8 por ciento, frente a 11 por ciento de la población general que pierde la vida tras infectarse.
Investigadores también de la UNAM y del Instituto Nacional de Salud Pública señalan que hasta el 20 de junio, el 1.1 por ciento de los casos confirmados ocurrieron en poblaciones indígenas y afectaron a 2 mil 803 personas. Hubo 462 defunciones.
De acuerdo con el Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural, 214 grupos de población indígena y negra de 12 países de Latinoamérica han sido alcanzados por la pandemia y la expectativa es que aumenten los casos en la región.
Estos grupos son más vulnerables por el abandono que sufren del Estado y por qué los servicios que reciben son insuficientes y de mala calidad; no cuentan con agua o tienen dificultades para obtenerla, o no tienen centro de salud o están incompletos o no cuentan con insumos; no pueden atender los casos normales, menos los anormales; tienen un abandono en salud ancestral; no han tenido apoyo a los sistemas de producción y alimentarios; la comida chatarra hizo su aparición y deterioró su salud y a todo esto hay que agregarle la pobreza, la marginación obligada que trajo el abandono del campo y los sistemas productivos tradicionales.
Si este historial de indiferencia, abandono y corrupción disminuyera, la situación fuera otra para estos pueblos.
¿Sabía usted que los murciélagos tienen un sistema inmune mucho más potente y fuerte que el de los seres humanos?
¿Conoce usted que los murciélagos son eficientes controladores de plagas, preservadores de las selvas, hábiles dispersores de semillas y polinizadores de plantas?
¿Había oído usted que los murciélagos no tienen más virus que cualquier otro mamífero, sea un ratón o primate?
¿Tenía usted conciencia que para protegernos de una nueva pandemia, la primera defensa es conservar los ecosistemas intactos, lo que nos queda de bosques?
¿Entendía usted que el hacinamiento en que se mantiene a pollos, reses y cerdos se ha convertido en un “paraíso de enfermedades emergentes”?
Los murciélagos no causaron el Covid-19, son parte de la solución. No son el problema, ni el origen, sino parte de la solución.
No produzcamos violencia: ni entre nosotros, ni contra los murciélagos
Se han violado continuamente los derechos de los pueblos indígenas
Los normalistas asesinados de Ayotzinapa aún son un caso pendiente