Pbro. Rigoberto Beltrán Vargas,
Colaborador del Periódico Digital “El Ciudadano”…
Ignacio Ellacurría Beascoechea, sacerdote jesuita, fue asesinado el 16 de noviembre de 1989 en San Salvador, El Salvador, junto a seis más y dos mujeres que trabajaban en el servicio doméstico de la Universidad Centroamericana (UCA).
“Ya volvió el padre Ellacurría de España, así que es la hora de actuar contra él”, fue la orden y a la vez la sentencia de muerte. Así lo narró ante la Audiencia Nacional de España el testigo y exteniente del ejército salvadoreño Yusshy René Mendoza, quien además participó en la matanza como miembro del batallón Atlacatl.
Juntamente con él, hubo el testimonió de dos fiscales y un matrimonio que estaba en una casa contigua del campus, a tan solo 20 metros de la manzana.
Jorge Cerna, un panadero que vio de cerca los hechos, relató que cuando salió de su escondite y vio sobre el suelo que yacían los cuerpos de Ellacurría y de los sacerdotes españoles Ignacio Martin Baró, Segundo Montes, Armando López Quintana y Juan Ramón Moreno, además del religioso salvadoreño Joaquín López, Julia Elva empleada del hogar de la residencia Jesuita y su hija Celina de 15 años.
Mendoza ratificó que fue el coronel Guillermo Alfredo Benavides, quien ordenó asesinar a los jesuitas y que este recibió la orden del Estado Mayor y del alto mando de la seguridad del país, entre los que se encontraban el propio imputado y el resto de la cúpula militar y del gobierno. “El coronel nos dijo que no quedaran testigos y una vez cumplida la misión, nos preguntó si estábamos seguros de que estaba ahí Ellacuría”, manifestó.
Años después, yo fui testigo presencial por dos veces de cómo había por todos lados sangre y muchos huecos hechos por los disparos de arma de alto poder.
Pareciera que este hecho, como muchos otros, tiene el mismo proceso del horror, idéntica dinámica de violencia sorda, el ocultamiento mentiroso de los actores intelectuales y el encubrimiento del Estado.
Muchas otras personas de las mismas armadas, han testificado ante el Tribunal de la Audiencia Nacional de España, coincidiendo en que los autores intelectuales y materiales fueron las fuerzas armadas del San Salvador.
Los tiempos estaban convulsionados; era un momento en pleno enfrentamiento entre el Frente Farabundo Martí para Liberación Nacional (FMLN) y los comandos militares desplegados en todo el país por órdenes del entonces presidente Alfredo Cristiani.
“El objetivo de esa madrugada era el padre Ellacuría y la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Oficina General de Investigaciones (FBI) y el departamento de Estado de los Estados Unidos estaban al tanto sobre el asesinato de los jesuitas de la Universidad Centroamericana, sobre todo el del padre Ignacio Ellacuría, al que habían situado en la lista de los hombres a eliminar”, explicó la perito Terry Karl, una de las máximas expertas en la materia, quien analizó y verificó miles de documentos desclasificados en las décadas recientes.
Además, toda esta información pasó por la embajada de Estados Unidos en El Salvador y a pesar de eso, no hizo nada para evitarlo.
El padre Ellacuría fue teólogo, filósofo, catedrático, escritor, rector de la UCA y Director de la revista ECA (Estudios Centroamericanos). El padre Ellacuría planteó varias veces desde 1981 la solución negociada al conflicto, la conciliación con el fin de hacer posible un proceso de democracia real y de convivencia pacífica. La guerra duró 12 años (1979-1992), murieron 75,000 y hubo 8,000 desaparecidos. Fueron alrededor de 30 hombres los que atentaron contra la vida de todos ellos.
Los jesuitas se habían destacado por promover una solución pacífica al conflicto armado salvadoreño y por denunciar las injusticias hacia los grupos mayoritarios del país Centroamericano. Por su liderazgo espiritual a favor del pueblo y su voz de denuncia, resultaban incómodos para el poder político y militar de la época.
En Centroamérica y otras naciones, sabemos lo cerca que está el martirio de los que de verdad luchan por la justicia. Escribió Cesar Juárez, Provincial de los jesuitas en la época de los hechos: “por un sector ultraconservador de los mandos militares en el ejército salvadoreño, los padres intelectuales jesuitas que ejercían la alta dirección y cátedra dentro de la Universidad, eran considerados sospechosos de sostener la Teología de la Liberación, por lo que se suponía que serían aliados de la guerrilla izquierdista del FMLN y por lo tanto subversivos para el control político, cuyas amenazas hacia los mismos se venían gestando desde mediados de la década de 1980”.
Este hecho marcó por siempre a la UCA, al Salvador, al mundo cristiano y los luchadores por la paz.
Ignacio Ellacurría resultaba incómodo para el poder político de la época
El sacerdote jesuita ha recibido diversos homenajes en varios países