Pbro. Rigoberto Beltrán Vargas, Colaborador del Periódico Digital “El Ciudadano”
Luchar contra la violencia para cualquier institución civil, social y religiosa no es nada fácil. Estamos frente a un fenómeno de salud pública; el esfuerzo que es preciso desempeñar tiene que ser necesariamente multidimensional. Para su tratamiento requiere de un diagnóstico interdisciplinario; debe de contar con la participación de todos los sectores públicos y sociales. Para abordarla requiere contar con un programa preventivo y la respuesta que se debe de dar a ese fenómeno deberá ser integral.
Nuestra Provincia Eclesiástica tanto en la conformación social como en el desarrollo pastoral, representa un arcoíris, aunque cuenta desde luego con elementos similares.
A través de la historia se pueden observar matices, épocas donde unos de los aspectos de la pastoral es recalcado, puede ser lo profético, lo litúrgico o lo social. Así, aunque ha tenido épocas donde la participación social ha destacado por su injerencia en la trasformación social, económica, política, religiosa, aun cultural y revolucionaria también podemos descubrir en la historia periodos sin relevancia. En las últimas décadas, no ha brillado precisamente por construir, por comprometerse en lo social; como que en general ha preferido ignorar en su reflexión teológico-pastoral al ser humano integral, lo cual se puede constatar analizando los planes y programas pastorales.
No todo es uniforme, no ha sido algo general; dentro del clero y laicos han existido grupos que han optado por un análisis que les ha ayudado a profundizar en la dependencia que un sistema económico-social ha producido en la sociedad global, cuya reflexión partía de un análisis de la realidad que facilitaba comprender la problemática de América Latina y su iluminación iba mas acorde a un pensamiento más lleno de esperanza para una sociedad dependiente, objeto y no sujeto de su propia historia y a comprender que Cristo enviado por el Padre y asistido por el Espíritu Santo ha venido a aclararnos que todos somos hermanos, que tenemos un solo padre y que hemos sido todos invitados a colaborar en su proyecto de amor y misericordia, de paz y fraternidad. Su radicalidad evangélica ha producido su marginación, ya que su actitud fue incompatible con un sistema viciado en sí mismo.
Este escenario puede explicar la lentitud en la respuesta pastoral para la construcción de la paz; además de que en sí mismos son procesos que requieren de tiempo; transformar las conciencias, purificar las organizaciones y construir cambios sustanciales no es de un día para otro. En México el trabajo pastoral por la paz se vio estimulado debido a la reflexión del Episcopado mexicano que tratando de responder a la vida del país -cuya vida social, convivencia armónica y pacífica se venía carcomiendo por las organizaciones criminales-, compartió la Exhortación Pastoral “Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna” (2010). Estas organizaciones criminales crean una violencia distinta a la violencia que se produce dentro de la familia y a la delincuencia común.
El documento llega a nuestra Provincia eclesiástica con diferente incidencia en cada una de las cinco diócesis. La Arquidiócesis de Morelia va a ir tomando fuerza desde 2016 cuando el Arzobispo Don Carlos Garfias Merlos pide que cada una de las zonas pastorales organice un “Centro de Escucha” desde donde se dé la atención requerida al proceso de paz.
En este mismo año, el Papa Francisco visita México y pide al episcopado mexicano “un serio y cualificado proyecto pastoral que responda con valor profético a la realidad del país”. En el siguiente año (mayo 2018) la iglesia de México responde con el Proyecto Global de Pastoral 2031-2033 para celebrar los 500 años del Acontecimiento Guadalupano (2031) y los 2000 del Acontecimiento Redentor de Jesucristo (2033). Este documento inspirador, con sus 6 opciones y 35 compromisos pastorales, nos irá motivando para ir haciendo un ejercicio pastoral, “mas sinodal, es decir, mas sinérgico, transversal, subsidiario y gradual” (PGP18).
Plantearse la construcción de la paz es ponerse frente a la tarea del Reino de Dios, como exigencia y utopía. La paz es parte del sueño de Dios y la invitación de nuestros obispos de México para que, junto con todos, la hagamos posible.
En el plan global de pastoral (2018) se nos proponen seis opciones y en la segunda (opción por una iglesia comprometida con la paz y las causas sociales) son siete los compromisos pastorales. (Continuará…)
La iglesia dispone de programas sociales para ayudar a construir la paz
La sociedad mexicana actual rechaza la violencia en todas sus formas