Pbro. Rigoberto Beltrán Vargas, Colaborador del Periódico Digital “El Ciudadano”
Quien supo integrar las necesidades materiales y espirituales, todo aquello que desde lo económico y social, desde lo individual y estructural, desde lo cultural y religioso venía produciendo una realidad global de dominación, crear y vivir comunitariamente con los más pobres, una respuesta liberadora a esa realidad deshumanizante, volvió a la casa del padre Dios el 31 de Octubre de 2020, a los 94 años. Se trata del Obispo Don Arturo Lona Reyes.
Nace el 1 de noviembre de 1925 en el estado de Aguascalientes. En 1952 es ordenado Sacerdote, el 15 de agosto de 1971 es consagrado Obispo en la catedral de Asunción de María de Santo Domingo Tehuantepec, Diócesis muy extensa (25 mil kilómetros cuadrados entre selva, costa y montaña). Se convirtió en Obispo Emérito en el 2000.
La convivencia con los indígenas de la Huasteca hidalguense lo marca para el resto de su vida, aprendió el náhuatl. Es cercano al Obispo Don Samuel Ruiz, busca realizar una pastoral indigenista desde la teología de la liberación, es protector de los migrantes, funda el Centro de Derechos Humanos Tepeyac de Tehuantepec. Defiende a las mujeres víctimas de la violencia. Impulsa la organización comunitaria en el campo económico: crea dos cooperativas en 1981, una de café que impulsa la producción del café orgánico y con las esposas de los productores de aceite de ajonjolí fomenta el movimiento “Comunidades en el Camino”, asociación dedicada a elaborar el aceite orgánico de esa semilla todo para la exportación a Europa y Corea del Sur.
En el 2008 recibe el galardón de la edición 16 del Premio Nacional de Derechos Humanos “Don Sergio Méndez Arceo” por su defensa y promoción de los derechos humanos de los pobres e indígenas de Huejutla Hidalgo y de Tehuantepec Oaxaca. Su mayor logro educativo fue la Universidad indígena en la zona Mixe de la región del Istmo de Tehuantepec.
Le da una importancia fundamental a la educación de los jóvenes indígenas, funda 15 bachilleraros Maristas en zonas rurales y hace trece años también una universidad de la orden de los Jesuitas que han atendido a 6 generaciones de pobladores de la zona norte del Istmo.
Para Don Arturo Lona que caminó siempre al lado de su gente indígena y pobre, la pobreza no es una fatalidad, un destino o una condición, tampoco una desgracia. Era, llanamente, una injusticia. El sistema económico, siempre afirmó, no tiene la última palabra; por eso se dedica a combatirlo. Su vida da fe de su empeño en esta lucha, también los 11 atentados contra su vida. No en balde fue identificado como el obispo de los más pobres.
Arturo Lona, un ejemplo de vida social y evangélica
El obispo de los pobres sufrió varios atentados en su contra