Pbro. Rigoberto Beltrán Vargas, Colaborador del Periódico Digital “El Ciudadano”…
Monseñor Oscar Arnulfo Romero fue asesinado mientras celebraba misa el 24 de marzo de 1980 por un francotirador, que formó parte de los “Escuadrones de la Muerte” de la ultraderecha, financiados por la estadunidense Agencia Central de Inteligencia (CIA). Esto se pudo lograr con la complicidad y colaboración del Gobierno en turno.
Con motivo de los 40 años de ese asesinato en El Salvador, país en Centroamérica, la Conferencia Episcopal de ese lugar ha declarado el 2020 como el “Año Jubilar Martirial”.
La Iglesia salvadoreña recordó el 12 de marzo el 43 aniversario del martirio del Padre Rutilio Grande. El 14 de junio celebrará el 40 aniversario del también mártir, el Padre Cosme Spessotto. Tendrá presentes además a los sacerdotes Jesuitas maestros y mártires de la Universidad Católica Centroamericana (UCA) y muchas catequistas, apóstoles laicos, campesinos, oprimidos que dieron la vida junto con Monseñor por la victoria de la realidad maltratada, de la verdad ocultada, por la justicia y el Evangelio enfrentando a los que mienten y a los que matan, ya sean personas, instituciones o estructuras.
Monseñor Urioste solía repetir que Monseñor era el salvadoreño más amado por las mayorías oprimidas y el más odiado por las minorías de los opresores.
El día en que fue enterrado Monseñor se vieron los horrores que había enfrentado vivo: en la plaza de la catedral llena de personas, estallaron bombas, muchos huyeron en busca de refugio y dejaron ahí una montaña formada por cientos de zapatos. El delegado oficial del Papa, Monseñor Corripio, entre otros, pidió que fuera llevado inmediatamente al aeropuerto.
Existe una foto en la que se puede ver a seis sacerdotes cargando sobre sus hombros el ataúd de Monseñor Romero y entre ellos, el Padre Ignacio Ellacurría.
Proclamó la verdad, fue poseído por ella y la proclamó con pasión. Cuando la realidad era positiva para los pobres, Monseñor proclamó la verdad como Evangelio con alegría y regocijo. Cuando la verdad era negativa, era miseria, opresión y represión, crueldad, muerte -especialmente para los pobres-, Monseñor decía la verdad como una mala noticia, denunciando y desenmascarando y lo decía con dolor.
Podemos decir después de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Puebla, que la “opción por los pobres” pertenece a la ortodoxia eclesial. Dice el documento: “Los pobres necesitan una atención preferencial, sea la que sea la situación moral o personal en la que se encuentren. Hechos a imagen y semejanza de Dios para ser sus hijos, esta imagen de ellos es borrosa e incluso indignada. Por eso Dios los defiende y los ama”.
El 14 de octubre fueron canonizados el Papa Pablo VI y Monseñor Romero. En su encuentro en Roma, Monseñor le dio a conocer el asesinato del Padre Rutilio Grande. El Papa con gran ternura le dijo: “¡Vamos, ánimo!”. “Con Monseñor Romero Dios ha pasado por El Salvador”, palabras del también mártir, el Padre Ignacio Ellacurría. De mártir a mártir.
Oscar Arnulfo Romero, un mártir de El Salvador
Monseñor Arnulfo Romero con el Papa Paulo VI