Pbro. Rigoberto Beltrán Vargas, Colaborador del Periódico Digital “el Ciudadano”.
Gobernó México de 1970-1976 y cumplió en días pasados (lunes 17 de enero) 100 años de edad. Su gobierno, un polémico historial lleno de contrastes; su persona un personaje peculiar y con un legado incierto sujeto a la discusión pública y a la revisión histórica.
Hay quienes lo defienden acaloradamente; quienes lo detestan furiosamente. Su rostro progresista: Creador de instrumentos importantes para los trabajadores como el Infonavit o el Fonacot y promotor de nuevas instituciones educativas como la Universidad Autónoma Metropolitana y el Colegio de Bachilleres.
En el plano internacional despegó una sólida y muy activa política exterior: impulsó la formalización de relaciones entre México y China en un contexto en que se escalaban las tensiones entre el país asiático y Estados Unidos por el recrudecimiento de la guerra de Vietnam, estrechó los vínculos con el gobierno de la Unidad Popular en Chile que encabezaba Salvador Allende y tras su derrocamiento, abrió las puertas del asilo en México a chilenos perseguidos por Augusto Pinochet. Auspició la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados. A nivel mundial formó parte de la búsqueda de un liderazgo entre los países del Tercer Mundo. La política exterior echeverrista involucró la promoción de condenas al gobierno de Israel y el estrechamiento de vínculos con Yasser Arafat y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) que abrió en 1975 su representación en México.
En México, la realidad era distinta: Desde la Secretaría de Gobernación tuvo responsabilidad en la masacre de Tlatelolco. Desde Los Pinos emprendió un sexenio de represión contra los movimientos insurgentes, cuyas consecuencias arrastra bajo el sello de la impunidad. Su política económica devino en una abierta confrontación con el sector empresarial y derivó en el inicio del ciclo de crisis económicas sexenales. Incapaz de procesar la creciente inconformidad social que había explotado en 1968. Pronto chocaron con el activismo de diversos movimientos sociales, asomando el principal signo del gobierno echeverrista: la represión.
El denominado “halconazo” del 10 de junio de 1971 fue prácticamente el principio de una soterrada estrategia de exterminio de las vertientes más extremistas, recrudeciéndose uno de los episodios más negros del México contemporáneo: la guerra fría, cuyos primeros capítulos ocurrieron hacia finales de la década de los sesenta con Echeverría como responsable de la política interior de la Secretaría de Gobernación. Bajo la presidencia de Echeverría, se desarrollaron los años de mayor activismo de los movimientos insurgentes armados en Guerrero encabezados por Genaro Vázquez y su Asociación Cívica Guerrerense y Lucio Cabañas, quien encabezó el Partido de los Pobres y la Brigada Campesina de Ajusticiamiento. En las ciudades proliferaron diversas expresiones de guerrilla urbana que tuvieron en la Liga 23 de Septiembre al grupo más activo y extremista. Su clímax en el frustrado secuestro de Eugenio Garza Sada, cuyo desenlace fue mortal para el emblemático empresario del grupo Monterrey.
Echeverría aunque logró evadir la acción de la justicia y preservar la impunidad, el juicio de la historia ha sido implacable y hoy su presidencia se recuerda sobre todo por sus deleznables excesos represivos y por gravísimas violaciones a lo derechos humanos, que no deben repetirse. ¡Nunca más!.
Luis Echeverría quiso ser el líder del “Tercer Mundo” o de los países pobres
Echeverría Álvarez se caracterizó por la represión durante su mal Gobierno