José Luis Camacho Acevedo,
Colaborador del Periódico “El Ciudadano”
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“Los dos cambios más importantes en mi forma de verla (a la política actual) conciernen, primero, a la dificultad de desarrollar un Estado moderno e impersonal, el problema al que me referí como `llegar a Dinamarca, y segundo, la posibilidad de que una democracia liberal moderna decaiga o retroceda”. Francis Fukuyama.
Con el derrumbe del viejo PRI a partir del año 2000 a la fecha, la democracia liberal mexicana ha sufrido transformaciones que apenas pueden llamarse alternancias, pero que no se han convertido en verdaderos cambios de fondo en nuestros modos de hacer política.
Los electores ahora se definen como colectivos que abanderan causas concretas y no que apuestan a lograr consolidar un nuevo proyecto de nación.
Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México, la sociedad fastidiada por la corrupción del viejo priísmo que resucitó fugazmente con Enrique Peña Nieto (solo para demostrar que esa organización ya no tiene capacidad autocrítica porque se olvidó de crear nuevas estructuras sociales y de formar nuevos cuadros de liderazgo y vive hoy lo que parece su eclipse final), anhelaba el fin de esa corrupción, al igual que la cancelación de privilegios e impunidades que prohijó un Estado fallido al que se le sumó la violencia como uno de sus más graves y grandes retos.
Y en el año que acaba de terminar, ciclo con el cual AMLO cumplió trece meses de gobierno, persisten los problemas más críticos del país como son los niveles de marginación y pobreza, los síntomas manifiestos de un retorno a la impunidad (casos Bartlett y Luis Videgaray, por citar dos emblemáticas formas de impunidad), el estancamiento de la economía y un peligroso crecimiento del poder económico y armamentístico de los carteles que conforman el espectro del crimen organizado y que hicieron del 2019 el año más violento de la década que finalizó.
Y pese a toda esa problemática que, como dice Fukuyama, amenaza con hacer que una democracia liberal tan tierna como la nuestra, decaiga o retroceda, el presidente Andrés Manuel López Obrador sigue siendo la ÚNICA representación real de poder que tiene México.
Ha sido evidente que no existen contrapesos al poder personal que ejerce López Obrador. Algunos de los partidos políticos, incluido el de AMLO, dan claras señales de que están en crisis. Otros como el PRI y el PRD viven etapas terminales.
Los que pueden llegar a integrarse al espectro de partidos políticos nacionales y participar en el proceso electoral 2021 (Redes Sociales de la maestra Elba Esther Gordillo, el PES que puede lograr su permanencia, México Libre del vilipendiado matrimonio Calderón-Zavala y la emergente organización de Pedro Haces, Fuerza Social por México) no serán verdaderos contrapesos al poder electoral que para ese año, sin duda, conservarán los candidatos que postule AMLO a través de Morena.
Los medios de comunicación, anteriormente llamados poderes “fácticos”, hoy viven una etapa de reacomodo, unas para crecer o consolidarse (Casos como El Heraldo Media Group, Radio Fórmula, Grupo Imagen, El Universal, Grupo Milenio, TV Azteca, entre los más señalados). Y otros luchan por la supervivencia como son Radio Centro, la propia Televisa, diarios como Reforma, El Financiero y Excélsior. En esa condición son pocos los medios, representados por comunicadores del corte de Ciro Gómez Leyva, contados analistas de los diarios Reforma y el Universal, que se consideran como contrapesos críticos del poder personal que mantiene AMLO.
La estrategia de comunicación política del presidente, cuya impronta más importante son las conferencias mañaneras, seguirá funcionando, según las tendencias señaladas en los párrafos anteriores de partidos políticos y medios de comunicación, seguirá dominando entre las audiencias de un país como el nuestro donde una mayoría que supera el 60%, sigue dando a López Obrador su apoyo y aceptación.
Mi pronóstico es que en el 2020 cambiarán muy poco las tendencias de los factores que se pudieran considerar contrapesos de un presidente tan unipersonal como AMLO. Y con ello, se siembra el presagio de que, electoralmente, en el 2021 AMLO mantendrá la mayoría en el Congreso y ganará, cuando menos, 7 de las gubernaturas que estarán en juego ese año. Tenemos López Obrador para rato.
AMLO no tiene contrapesos políticos y sociales en el país
En el 2010, el Partido de Morena ganaría hasta 7 gubernaturas