Alejandro Pohls Hernández,
Colaborador del Diario AM-León
El triunfo de los liberales mexicanos abrió la posibilidad de crear una nueva Constitución, acorde con la visión liberal de la libertad de pensamiento, conciencia, credo religioso y expresión de las ideas. Finalmente, el Congreso promulgó la nueva Constitución de 1857. Guanajuato fue la cuna de los padres de dos corrientes encontradas: José María Luis Mora, ideólogo del liberalismo mexicano, y Lucas Alamán del conservadurismo.
Los liberales procedían de todas las clases sociales. Muchos de ellos no dejaban de ser católicos, respetaban esta fe, pero establecían una clara separación entre la religión y el poder temporal y entre los intereses de la nación y los beneficios económicos y sociales de que disfrutaba el clero.
La Constitución del 57 declaraba la libertad de enseñanza, de imprenta, de industria, de comercio, de trabajo y de asociación. Volvía a organizar el país como una República federal. Entre otras cosas, incluía un capítulo dedicado a las garantías individuales y un procedimiento judicial para proteger esos derechos, conocido como Juicio de Amparo.
Los conservadores se caracterizaron por defender la fe ante la razón, la tradición ante la experiencia, la jerarquía ante la igualdad, los valores colectivos sobre el individualismo, la preeminencia de la ley de Dios ante la Constitución y un rechazo total al cambio y la innovación. En esta sociedad, una élite natural por nacimiento, con riqueza y educación, será la encargada de gobernar. Además, daría un apoyo irrestricto a la jerarquía eclesiástica en sus privilegios y canonjías.
En 1910 se inicia el movimiento armado de la Revolución Mexicana, a causa de las condiciones sociales, económicas y políticas generadas por la permanencia de Porfirio Díaz en el poder por más de 30 años.
Este movimiento es justamente el contexto en el que se promulga la Constitución que rige en México hasta la fecha. Venustiano Carranza, en su carácter de primer jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo, convocó en diciembre de 1916 al Congreso para presentar un proyecto de reformas a la Constitución de 1857.
El documento sufrió numerosas modificaciones y adiciones para ajustarse a la nueva realidad social del país. Así, se promulgó el 5 de febrero de 1917, en el Teatro de la República de la ciudad de Querétaro, la Carta Magna hoy vigente, que conjuntó los ideales revolucionarios del pueblo mexicano y que por su contenido social fue la primera de su tipo en el siglo XX en el mundo.
La nueva Constitución incluía una gran parte de los ordenamientos de la de 1857, especialmente lo referente a los derechos humanos, ya como “garantías individuales”. El Legislativo dejó de ser unicameral para dividirse en cámaras de diputados y senadores. La libertad de culto, la enseñanza laica y gratuita y la jornada de trabajo máxima de 8 horas fueron importantes aportaciones, así como la libertad de expresión y de asociación. Renovadores y radicales, todos hombres de lucha, conocedores de los problemas del pueblo mexicano la aplaudieron.
Esta Constitución ha experimentado múltiples modificaciones a fin de responder a los cambios políticos y sociales de nuestro país. En ese ámbito son significativas las reformas de 1953, en que se otorgó derecho de voto a las mujeres, y de 1969, en que se concedió la ciudadanía a todos los mexicanos a partir de los 18 años de edad. Actualmente las conducentes para lograr la Reforma educativa y la Energética.
México ha tenido diversas Constituciones a lo largo de su historia. Algunas han sido centralistas, es decir, que establecen el poder en un solo órgano que controla todas las decisiones políticas del país, y otras federalistas, como la actual, que reconocen la soberanía de los Estados pero cuentan con mecanismos de coordinación para asuntos de la República como un todo.
Los antecedentes fundamentales para la elaboración de la primera Constitución mexicana fueron la española de Cádiz de 1812 y los “Sentimientos de la Nación” de José María Morelos y Pavón; además, la Constitución de Apatzingán, de 1814. Toda ellas de corte liberal y la de 1824.
A las 9 a.m. del 17 de noviembre de 1916, el primer jefe del Ejército Constitucionalista, don Venustiano Carranza, montado a caballo y seguido de una nutrida comitiva de Generales, entre ellos Álvaro Obregón y Francisco L. Urquizo, miembros del Estado Mayor, sale rumbo a la ciudad de Querétaro. La cabalgata partió de Palacio Nacional, siguió por la avenida Madero… El día 25 llegan el señor Carranza y su comitiva a la ciudad donde lo recibe una multitud de 10,000 personas con indescriptible entusiasmo para seguirlo hasta la casa del Gobernador de la entidad, el General Federico Montes, donde se hospeda. Establece la capital de la República en Querétaro, en tanto se instala y termina sus sesiones el Congreso Constituyente que fue convocado.
El proyecto de Constitución que presentó Carranza no fue el que se aprobó finalmente, porque carecía de postulados sociales. Tuvo que regresar a Querétaro meses más tarde, el 5 de febrero de 1917, para firmar el nuevo documento, uno de los más avanzado y progresistas del mundo del siglo XX por su contenido social. Fueron los diputados liberales los que hicieron esa gran aportación al México de hoy.
“Hombres libres, resueltos y patriotas sin miedo hacen posible la nueva Constitución que representa los sueños, anhelos y esperanzas de los mexicanos”, afirmó el Presidente del Congreso Constituyente, Luis Manuel Rojas.
Los legisladores de ahora, con honrosas excepciones, ¿podrían emular a aquellos legisladores liberales que eran tan grandes que parecían gigantes? Así consideraba Antonio Díaz Soto y Gama a esos constituyentes comprometidos con la Patria que estaban imbuidos de los más altos valores humanistas. Tenían claro el propósito de construir un gran acuerdo de cara a la nueva nación.
Carranza impulsó la Carta Magna de 1917
El Jefe del Ejecutivo con Diputados del Congreso Constituyente
Alejandro Pohls, Colaborador del Diario AM-León